lunes, 12 de noviembre de 2012

La caja fuerte

¿Tienes una caja fuerte en casa? ¿alguna vez tuviste una? ¿recuerdas las pequeñas cajas fuertes alcancía?

Yo tenía una como esta:
 

Era de Bancomer -cuando el logo todavía era amarillo con verde-; ahí ahorraba todo el dinero que caí en mis manos, nunca tuve domingo definidos, a veces mi papá se veía buena onda y me decía "toma para tu domingo", generalmente me daban dinero antes de irme a la escuela; además vendía hielitos, y esas cosas que hacen los niños; con el dinero que juntaba le compraba un regalo de navidad a mi hermana; trastecitos de plástico en el bazar, o alguna muñeca sin mucha gracia; la intención era lo que contaba.

Hubo algunos años en los que me ví muy egoísta y me compré cosas que mis papás no querían solventar; como mi teclado u organo eléctrico -jamás me quisieron llevar a clases así que el gasto fue muy inutil-.

Bueno, pues les escuento esto porque en la oficina de mi papá había una gran y robusta caja fuerte donde guardaba los archivos más importantes, escrituras, secretos de estado, y esas cosas, además de una que otra joya; cuando yo era niña, y en vista de mi facinación por las cajas fuertes, me enseñó la contraseña de su robusta caja.

Había que rotar la perilla con mucha presición; un poco que te movieras de la rayita indicada y zas, la caja no se habría; mi madre jamás tuvo la paciencia necesaria para aprender, y mi hermana, bueno quien sabe por qué jamás le enseñó a abrirla... el punto es que sólo tres personas en este mundo sabían abrir esa caja: mi papá, su hermano, y yo; de esos tres solo su servidora queda con vida: así que la responsabilidad de abrir los secretos que guarda la robusta caja de mi padre recae sobre mi.

En la actualidad la caja guarda los grandes tesoros de mi madre: alajillas de poco valor monetario -pero gran valor sentimental-, cartas de los niños, la factura del millonario funeral de mi padre, y pertenencias personales de mi papá, que a falta de un espacio en los cajones ha terminado ahí.

Este fin de semana mi mamá me ha pedido que la abra, me pregunto ¿si yo también muriera? ¿quién abriría esa caja? ¿Se perdería para siempre su contenido?¿le pagaría mi madre o mi hermana a alguien para que la abriera?

En fin, después de una media hora de batalla pude abrirla; mi hermana y yo nos encantamos con las pertenencias de mi padre que encontramos; por ejemplo: su última cartera -a penas ha transcurrido una decada y pico desde su muerte, y ya han desaparecido varias de las tiendas de las que mi papá traía consigo una tarjeta, por ejemplo: Mazon o VH, sin contar con los pequeños establecimiento del barrio, como el movies de la Colosio, entre otros-.

Bueno escribo este post, porque aquella robusta caja fuerte, que en algún momento guardó aquellas cosas que mi papá consideró de gran valor, hoy se ha convertido en una suerte de capsula del tiempo, donde todo lo que contiene a nadie más que a nosotros como familia nos podría importar.


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