martes, 9 de octubre de 2012

de la Historia

Será un post corto; en primer lugar porque tengo sólo 10 minutos para escribirlo, y ya he gastado dos; en segundo lugar porque lo que tengo que decir es casi nada:

El pasado, mi pasado - porque el de los otros que no me incluye poco me interesa-, regresó anoche; me golpeó fuerte, fisuró mi dedo anular y se rió de mis esfuerzos por borrarlo.

El pasado volvió, se presentó en una frase: "usa el tuyo".

No pude decir más. Usaría el mío de no ser, porque:

1) No lo tengo
2) Me recuerda todo aquello que quiero olvida.




2 comentarios:

  1. Una vez un demonio decidió comportarse como gente normal y subió a la tierra en pos de hacer mas placentera su vida inmortal; caminaba entre los humanos y estudiaba su comportamiento, a veces se reía de las cosas que hacían, otras, las mas de las veces, solo reflexionaba acerca de lo infinito de la estupidez humana.

    Después de un paseo prolongado, se aburrió como todas las veces que subía a la civilización y decidió regresarse al averno, en eso estaba cuando se encontró a una gitana. La mujer era de una belleza singular, no muy delgada, no muy gruesa, de caderas anchas y ojos que penetraban el alma, aunque claro, el demonio con contaba con un alma que robar, pero si un guijarro que latía en medio de su colorado y azufrado pecho.

    Al final de aquella noche la gitana sabia que un demonio no podía permanecer mucho tiempo en la tierra así que le dio una argolla con una gema, se despidió diciéndole que la guardase y que era el equivalente astrologico de su alma. El demonio se devolvió a los ríos de carbón encendido e iba extrañado, excitado, contento puesto que nunca había tenido algo parecido a un alma.

    Todos los días se levantaba y usaba esa joya, los demás se extrañaban de verlo portar tal objeto. Los demonios al igual que las personas son seres de costumbres. Se levantaba a las 4:20am todos los días, enjuagaba su boca con sangre de gato negro, lavaba sus axilas y ano con sulfuro y se peinaba con grasa de judío. Ajustaba su corbata de piel de esclavo negro y meticulosamente ajustaba la joya en su dedo carbonado.

    Portar aquel objeto le recordaba su andanza en la tierra y a aquella mujer mística. Cosa curiosa, puesto que nunca había sentido eso, salvo cuando se lanzaban en noche de aquelarre a seducir mujeres descarriadas. Pero esas juergas eran efímeras. La joya brillaba todos los días y al final de la jornada lo sumergía en un viaje onírico melancólico.

    Un día le contó a un ejecutor de los infiernos -los encargados de escalpar a los pecadores y salar sus pies descarnados-, que tenia pensado irse del infierno para siempre y hacer su vida con una mortal, que renunciaría a sus obligaciones para siempre. El ejecutor lo miro extrañado y solo emitió un gruñido como respuesta.

    Esa noche el demonio llego a su guarida duplex, tomo su maleta de cuero de monje tibetano y empaco sus pocas pertenencias. Se acostó sobre una roca y espero a que dieran las 4:20am para iniciar su jornada. Sin embargo al llegar la hora despertó y la sortija había desaparecido y con ella su alma y recuerdos... y todo lo que había guardado en su inmortal cabeza.

    Afuera, entre los pozos de lava, un par de ejecutores se fumaban un habano mientras uno de ellos decía: -estos demonios pubertos, mira que quererse fugar con una gitana...

    La risa opacaba el canto matutino de la manticora y marcaba el inicio de un nuevo día.

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  2. Del por qué los diablos no deben creen jamás en una mujer…

    Cuando Dios creó el universo, creó el cielo y la tierra, lo invisible y lo visible; creó los frutos y los animales. Creó así a los demonios, fermorosas creaturas de cuerpos fuertes, sudorosos, calientes; cuerpo grandes rojos, perfectos.

    Como estaba aburrido decidió que estas hermosas creaturas tendrían un defecto… los haría terriblemente ingenuos; después de un tiempo se desilusionó; los habías creado para dormir el cielo y la tierra; empero, su credulidad los hacía presa fácil. Fue así como decidió dotarlos de memoria para que pudieran aprender de las cosas sensibles del universo.

    Los demonios dominaron el mundo, hicieron de él su reinado. Inventaron religiones, fundaron pueblos, crearon imperios y los dotaron de países. Dios estaba muy complacido, hacían del día a día, y de la infinidad del universo, algo muy divertido.

    Entre sus favoritos los demonios tenían unos animales poco inteligentes pero de fácil amaestramiento para su divertimento. Los hombres hacían lo que los demonios querían, unos bailaban, otros escribían, unos actuaba, otros pintaban, los más felices hacían números, cuentas y jugaban con los elementos; pero dentro de esos había unos terribles animalejos, esos hacían lo que se les antojaba, y por su mala disposición eran los más de las veces relegados; a estos animales se les podía distinguir por las babas de nopal rojas que les corrían por las piernas, y la capacidad –única- de encubar más animales de la misma especie en su vientre. Los demonios no sabían qué hacer con ellas, no alcanzaban a comprender si se trataba de una broma de Dios o no.

    Los demonios más jóvenes a los que la memoria aún no les dolía tanto, solían embobarse con estas criaturas, les fascinaba su poca razón, la extraña forma de ver el mundo, la suavidad de su piel, lo blandito de sus carnes; se enamoraban perdidamente de ellas, hasta que las muy traicioneras terminaban de quitarles los últimos pedazos de ingenuidad que les quedaba y no conformes con eso las muy méndigas solían mostrar los pedacitos como trofeos de guerra.

    Los demonios más viejos convocaron a un coloquio “esta situación no podía continuar así”, usarían toda su memoria para resolver el problema; algunos propusieron eliminarlas, pero de hacerlo se quedarían sin su mayor divertimento; otros propusieron prohibirlas “ningún demonio joven podría acercárseles”, pero la memoria les advirtió que eso sólo agravaría el problema, pues los más jóvenes siempre buscan los prohibido.

    Por fin, un demonio que había estado ahí desde el primer día de la creación, propuso “atémoslas… a las mujeres les gustan las cosas brillosas y que hacen ruido, pongámosle un anillo mágico en un dedo, así el demonio joven podrá hacer de ellas lo que guste, será su dueño y la mujer no podrán hacer otra cosa más que obedecerle” y así se llegó a la conclusión de engañarlas con esos objetos brillosos.
    Muchas mujeres cayeron en el engaño, los demonios entrenaron a los hombres para hacer lo mismo que ellos y librarse de ese terrible problema…

    Hubo mujeres que jamás aceptaron tales regalos y continuaron burlándose de los demonios y los hombres, hubo las más listas que una vez aceptados se los quitaban al instante y los coleccionaban dentro de sus trofeos; hubolas entre las más listas que aprendieron a portarlo sin que su poder ejerciera fuerza alguna sobre ellas.

    Para evitarle estos dolores, perdida de inocencia, y por demás descalabros que estas criaturas causan, los demonios más viejos siempre aconsejan a los demonios jóvenes, y a su vez los demonios a sus hombres, que tengan cuidado de las mujeres, pues son criaturas terribles y sobres las que no se puede garantizar la efectividad de ningún hechizo.

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