viernes, 22 de febrero de 2013

Adiós BCS

Cuando mi madre me dijo: nos iremos a Sonora... lo supe -como quien sabe de antemano su destino- que jamás volvería a vivir en Baja California Sur.

Sé que es peligroso hablar de jamáses y para siempres, o hablar de verdades totales en esta épocas de posmodernidad y relativismo, pero en aquel entonces, a mis 14 años, lo sabía; lo sentía dentro de mí; sabía que le decía para siempre adiós a las cálidas formas...

Creo que en mi línea sanguínea tendrá que haber una pitonisa, una bruja de pueblo, una adivinadora, alguna mujer terrible de vagina dentada capaz de predecir el futuro, porque esos presentimientos, esos vaticios que me he planteado desde niña uno a uno se han cumplido.

No me mal interpreten, con esto no quiero decir que soy capaz de ver el futuro, sin embargo, desde muy pequeña me he perdido en mis sueños. Tengo -y más de niña- la fea costumbre de perderme en mis cavilaciones. Una de mis actividades favoritas ha sido siempre soñar despierta. Sueño cuando leo, cuando platico, cuando cocino, cuando trabajo; sueño todo el tiempo; sueño cosas que quiero, sueño lo inarrable, lo sórdido, lo tierno, sueño sin más y por gusto.

El chiste es que en esos sueños vaticio realidades, creo convicciones, como cuando soñé que sería mejor no casarme nunca, o no tener hijos, aunque después me enamoraría y soñara entonces con casarme muchas veces, e incluso en alguna ocasión soñé -en el éxtasis de un súper orgasmo- gritarle a un hombre que quería tener a sus hijos, con tal de seguir sintiendo en lo profundo su hermoso cuerpo firme dentro del mío.

La cosa es me gusta soñar, y de niña soñaba con Sonora, la tierra de mi madre; la tierra donde estudiara mi padre, la tierra donde vivían mis hermanos, mi abuela tenía sus campos, la tierra donde estaba la casa grande de la bisabuela, una tierra donde todos se sentía orgullosos de llamar suya; entonces cuando madre lo dijo lo supe sin más, Sonora sería desde entonces mía y no podía estar más contenta.

Dejaba para siempre La Paz, dejaba la infancia, la infamia, dejaba lo que había sido y sentía que acá podría renacer y así lo hice.

Aquí me doté de senos y de cuerpo. Conocí el amor, del grande, del cínico, del penoso, del inombrable, del para siempre; Sonora me dio vida.

Baja California Sur se quedó allá, del otro lado del Pacifico. Se quedó con mi infancia, se quedó con los recuerdos lindos de mi padre. Baja California Sur es la tierra de mis hombres Grandes; de los que me enseñaron a soñar y vendieron sueños. Baja California Sur me suena a muertos, a pasado, me suena a desilusión y olvido; pero no se confundan, quiero a mi Baja; pero es de esos amores extraños, la quiero y no, la perdono y no, la sueño y no. Es complicado diaria un sudcaliforniano, meh puchi pues que sí lo es.

Adiós Baja California Sur, Sonora se impuso, Sonora recogió y dio forma a los pedazos rotos de mi cuerpo; Sonora se apropió de mis formas, fuerte, constante, amorosa...






4 comentarios: